En el principio fue Caos, el inconcebible. Caos el
No-nacido, la tiniebla impenetrable que precede a toda luz. No tenía ni manos,
ni voz, ni ojos, y nunca se le ofrendaron ni se le ofrendarán víctimas, pues es
el dios de la indiferencia suma.
Las quejas de Gea (la tierra) sobre la raza de los
hombres no son invención mía. Según algunos autores antiguos, la causa de la
Guerra de Troya habría sido que la Tierra se quejó a Zeus de su superpoblación,
y el señor del Olimpo decidió provocar la guerra más mortífera que hasta
entonces se había librado.
Muchas existencias había vivido Cronos (padre de Zeus) desde entonces, y muchas falsas muertes había sufrido para borrar sus huellas. Pero en cada nueva vida heredaba el poder, la riqueza y la sabiduría de la anterior. Por encima de todo, había aprendido la lección que su soberbio hijo jamás entendería. Que el verdadero poder, si quiere perdurar, debe ser anónimo, permanecer oculto y manejar los hilos desde las sombras. Pues si nadie sabe donde reside, nadie intentará suplantarlo. Y en verdad, nadie encontraría el nombre ni la dirección del señor Kronn (Cronos)en los archivos de los bancos, las compañías petrolíferas ni las empresas de telecomunicación que controlaba.
Nadie, por tanto, podría asaltar los cielos para derrocarlo por segunda vez.
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