domingo, 23 de junio de 2013

Sangre Guerrera - Christian Cameron

Sobria, la inteligencia de mater  era penetrante y cruel. Por desgracia, los dioses la hicieron de manera que solo era feliz cuando estaba ligeramente achispada: graciosa, insinuante, lista y sociable. Pero sobria, era Medea, y borracha, era Medusa.
Estuve leyéndole y ella me dejó su libro de poemas y dijo que iría y me visitaría.
    -Me gusta lo que oigo de tu Calcas –dijo- ¿Te ha hecho ya el amor?
Ella era hija de aristócratas, ya sabes. Y esa era la forma de comportarse, aun en Beocia: hombres con niños y mujeres con niñas. Al menos, entre la aristocracia.
Me ruboricé y tartamudeé.
   -Así que no. Está bien. No te gustaría, ¿no es cierto? –dijo esto tocándome la mejilla; en cierto modo, era algo horripilante.
Ella nunca nos tocaba.


Era un viejo aristócrata y tenía las mejores ideas de cómo debía comportarse su clase social. Pocos lo hacen.
El resto son violadores y fríen a impuestos a los demás, con bonitos nombres y mejores armaduras.
De todos modos, él me pasó su brazo alrededor de los hombros.

   -Escucha, chaval. Pediste combatir a espada. Eres bien recibido para hacerlo. Todos podemos ver que eres un hombre entrenado. Pero, después de ganar hoy, nadie, y digo nadie, pensará que eres un miedica si quieres apartarte. 


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