Sólo el Acero - Richard Morgan
-No me es dado cuestionar la
Revelación, mi señor.
Jhiral adoptó una expresión compungida ante la espontánea cita de las
palabras del profeta, cargadas con el eco de su autoridad, y por tanto
inapelables.
-Por supuesto que no, Archeth. A
nadie en el reino material le es dado. Pero piensa, como hace incluso Ashnal en
sus consideraciones, que el peso del liderazgo sin duda debe de conllevar
alguna recompensa, siquiera una mínima holgura en las restricciones que impone
la autoridad a quienes son menos capaces de gobernarse por sí solos.
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-Venga, venga, Archeth. ¿Ves algún
guardián aquí dentro? Estamos solos tú y yo… y sofisticadamente empapados por
la tormenta de educación y experiencia que este mundo nos ha dado. –El
emperador agitó los dedos perfumados-. Disfrutemos al menos de los placeres que
se derivan de eso. Las leyes escritas en piedra están muy bien para el rebaño
de la plebe, ¿pero acaso no estamos nosotros por encima de tan insignificantes
consideraciones?
-No me es dado cuestionar la
Revelación, mi señor.
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